Esta nueva realidad económica que atraviesa el país donde la falta de trabajo y el salario no alcanza a fin de mes, comenzaron a aflotar nuevamente las ferias barriales por todo el gran Buenos Aires.
El impacto se hace sentir en los barrios del conurbano bonaerense; en el último año volvieron a reflotar las ferias barriales ocupando plazas o plazoletas en distintos puntos sumando día a día más feriantes.
Con la profundización de la crisis, donde la inflación acumulada del último año es del 55,8 por ciento, sumada a la devaluación y al tarifazo, a numerosos sectores de la población le cuesta llegar a fin de mes y obtener los servicios básicos, sabiendo que una familia tipo tiene que ganar $29.493.- para no ser considerada pobre y $11.844.- para no ser indigente según el Indec (Instituto Nacional de Estadística y Censos).
Con estos datos se llegó a la cifra de 14 millones de personas en situación de pobreza superando por dos millones con respecto al 2017. Esta historia que parecía ya superada en el 2001 vuelve a ser una realidad cotidiana y los argentinos no dejan de adaptarse.
Todo para pasar el ajuste
“Que mal me siento, recuerdo al 2001 cuando comenzaba a ver todas estas ferias, por suerte tenía trabajo, pero ahora lo vivo en carne propia. Hace 6 meses me despidieron y estoy desesperada por tal motivo tome fuerzas y puse un puestito vendiendo lo que tenía o lo que sea”, comenta María Jaurez, que desde hace un mes está en la feria.
También en este tipo de lugar se puede encontrar de todo un poco, nuevo o usado como ropa, algo de ferretería, alimentos, herramientas, electrónica y comidas elaboradas.
“Todo se puede comercializar, acá encontrás lo que sea, la gente trae ropa nueva o usada y trata de vender, la cuestión es hacer plata. Imaginate, esta feria es un granito de arroz comparada con la de Solano, ahí sí encontras lo que buscas”, así decia Carlos Gomez que es uno de los primeros que abrieron un puesto.
Según Martín Ciroqui la feria fue tomando dimensión después de la última devaluación (mediados del 2018) y como único requisito es que nadie venda cosas robadas. La municipalidad si bién está al tanto, asegura que nunca vinieron a molestarlos, “desde hace un año traje mi parrilla, arme un puesto de choripanes y sándwiches de bondiola, la gente confía en la calidad de mis productos y jamás nadie se quejó”, asegura.
Es así que este tipo de ferias han bajado notablemente una vez que se fue superando la crisis del 2001 pero nuevamente están resurgiendo por todo el conurbano bonaerense. Ademas a La gente los motiva el clásico rebusque y llevan a vender lo que sea para poder sobrevivir y traer un plato de comida honradamente a sus hogares.