Entre 1935 y 1938 un asesino serial mató y decapitó a al menos 12 victimas.  Solo dos de ellas fueron identificadas. El asesino aun no fue identificado, pero los investigadores están seguros de quien cometió esos horribles crímenes.

Durante la década de 1930, Cleveland era una ciudad en alza. La población crecía y fila de millonarios estaban en su apogeo. En este contexto de una ciudad que mejoraba económicamente, uno de los asesinos en serie más horripilantes de todos los tiempos llevó a cabo sus actos de horror. Distrayendo y espantando a los ciudadanos de Cleveland, más exactamente a los habitantes del suroeste de la ciudad. Doce personas fueron brutalmente asesinadas en el trascurso de cuatro años. Todos ellos decapitados, incluso mientras aun estaban vivos. El director de seguridad de aquel entonces, Eliot Ness, afirmó haber resuelto los crímenes. Sin embargo no se identificó ningún sospechoso.


Eliot Ness, encargado de la investigación.

Hasta el día de hoy los asesinatos de Kingsbury Run son una gran incógnita, los 12 crímenes quedaron impunes y sin sospechosos o culpables. El primer caso fue en septiembre de 1934, cuando un joven encontró la mitad inferior del torso de una mujer. Con sus piernas amputadas hasta la rodilla. El hallazgo fue en las orillas del lago Erie, al este de Bratenahl, una villa de Ohio. El forense del condado,AJ Pierce, donde fue encontrada la mujer observó un conservante químico utilizado en la piel que la había puesto, roja, dura y correosa. El cuerpo era el de una mujer de unos treinta años, la cabeza de la víctima nunca fue encontrada y tampoco se pudo identificar el cuerpo.


Algunos rostros de las victimas en el Museo de la Policía de Cleveland.

A este primer crimen se lo catalogo como “La Dama del Lago” y dos años más tarde del hallazgo se la conoció como la victima 0. Para septiembre de 1935, dos adolescentes descubren “el decapitado. Un cadáver mutilado de un hombre de raza blanca en la base de una colina. El cuerpo desnudo, excepto por un par de calcetines, estaba limpio y drenado de sangre. Había quemaduras de cuerda alrededor de ambas muñecas. El forense Pierce determinó que la causa de muerte fue por la decapitación. Las huellas dactilares determinaron que la victima era Edward Andrassy de 28 años, quien tenía un historial de arrestos en la comisaría local.

Cercano en donde encontraron a Edward, se descubrió otro cuerpo. También decapitado, emasculado y parecía estar cubierto por el mismo químico que “La Dama del Lago”. Este cuerpo aparentemente llevaba varias semanas muerto, era un hombre de unos cuarenta años, de raza blanca que no puedo ser identificado. Una mujer en enero de 1936 descubre la mitad del cuerpo de una dama. Envuelto en papel de diario y empacada en dos cestas. Las canastas fueron depositadas junto a un edificio en la avenida central. Unos diez días después se encontraron las extremidades de la víctima en un terreno baldío, no así su cabeza. Por lo que los investigadores aseguraron que la causa principal de muerte fue la decapitación.


Mascara de Edward Andrassy en el Museo de la Policía de Cleveland.

En junio de 1936, dos niños encontraron la cabeza de un hombre blanco envuelta en un par de pantalones cerca de un puente. La policía logró encontrar al día siguiente el cuerpo de la victima tirado en frente al edificio de una comisaría vecina. Con las misma características de los anteriores asesinatos, limpio y drenado de sangre. Más allá de que la victima tenia tatuajes y algunas marcas en su cuerpo, no puedo ser identificado. Una replica de su rostro está exhibida en el Museo de la Policía de Cleveland. Un mes más tarde un adolescente se encontró con los restos de un hombre blanco de unos cuarenta años mientras caminaba por el bosque.

La víctima había estado muerta aproximadamente dos meses y su cabeza, con algunas pertenencias, se encontraron cerca de donde estaba su cuerpo. Alrededor de la escena había gran cantidad de sangre desparramada. Nuevamente en este caso la víctima no fue identificada.  Para el mes de septiembre de ese mismo año, la policía registro una piscina cercana a la estación de tren del este y allí encontró la mitad inferior de un torso y dos piernas descuartizadas. Este fue el caso más resonante, ya que la búsqueda del cuerpo se realizó frente al menos 600 personas. La policía convocó a un buzo para que realice el peritaje en la piscina. El hombre encontrado tenía aproximadamente veinte años y también murió instantáneamente luego de que lo decapitaran.


Rose Wallace victima Nº8.

Luego de que se registraran tantas víctimas y ningún sospechoso, el trabajo de investigación de Eliot Ness empezó a ser cuestionado en los medios y en el pueblo. Ness tuvo un poco de alivio cuando el Director del Laboratorio Policial, David Cowles, le informó que tenía un sospechoso. El posible asesino en serie era Fran Sweeney, un cirujano que vivía en Cleveland y que tenía varias clínicas en la zona. Y a quien su mujer lo había abandonado el mismo mes en el que apareció “La Dama del Lago”. Para todos los investigadores encajaba perfecto con el perfil del asesino. Era grande y fuerte como para poder asesinar sin problemas a las víctimas.

Junio de 1937: un adolescente descubrió un cráneo humano debajo del puente Lorain-Carnegie. Junto a ella había una bolsa de arpillera que contenía huesos que resultaron ser de una mujer negra de unos 40 años. La víctima fue identificada como Rose Wallace, una prostituta, aunque no hubo una identificación definitiva. Un mes más tarde un joven de la guardia nacional que estaba a pie vio a las orillas del rió Cuyahoga la primera pieza de la víctima número nueve.  Durante los días siguientes la policía recupero todo el cuerpo, sin tener éxito en la búsqueda de la cabeza. Que nuevamente no puedo ser encontrada, la persona asesinada tenía unos treinta años y no pudo ser identificada.


Mascara del hombre tatuado expuesta en el museo.

Pasaron algunos meses donde no hubo crímenes, hasta que llego el mes de abril de 1938. Donde un joven trabajador vio lo que pensó que era un pez muerto a lo largo de las orillas del rió Cuyahoga. Una inspección cercana revelo que era la mitad inferior de la pierna de una mujer. La primera pieza de la victima Nº10. Un mes después la policía encontró una bolsa de arpillera en el rió que contenía ambas partes del torso y algunos restos de ambas piernas.  Por primera vez se detectaron algunos restos de droga en el cuerpo Lo que no pudieron determinar es si el asesino utilizo drogas para debilitar a la victima o si esta consumía estupefacientes.

Los muertos Nº11 y Nº12 fueron encontradas juntas por tres recolectores de chatarra. Lo que hallaron primero fue un torso envuelto en una chaqueta azul de un hombre y luego envuelto nuevamente en una frazada vieja. Las piernas y brazos se encontraron en una caja improvisada, envuelta con un papel marrón y la cabeza envuelta de forma similar. Mientras la policía buscaba mas piezas de la víctima, se encontró con restos de un segundo cuerpo a solo metros de allí. Ambos fueron dejadas a la vista de una ventana que daba a la oficina de Eliot Ness, casi burlándose del investigador que no lograba dar con el asesino. Las víctimas 11 y 12 no pudieron ser identificadas.

EN 1939 el alguacil del condado, Martin O`donnell, arresto a Fran Dolezal, ladrón de 52 años por el asesinato de Flo Polillo. Dolezal había vivido con ella por un tiempo y la investigación arrojo que conocía a Edward Andrassy y Rose Wallace. Su confesión resulto ser una mezcla desconcertante de divagaciones, detalles limpios y precios casi como si lo hubieran entrenado. Antes que pudiera ir a juicio, Dolezal, fue encontrado muerto en su selda, se colgó de un gancho. Hasta el día de hoy se cree que Dolezal fue el “asesino del torso”. Ya que luego de su muerte no se volvieron a repetir crímenes como los mencionados y relatados en esta nota.

Los asesinatos de Kingsbury Run sigue siendo de los casos más desconcertantes en la historia criminal de los Estados Unidos. Abundan los rumores sobre quien pudo haber sido el asesino. Solo se encontraron sospechosos, ningún culpable confirmado.  Hay algo que si quedo claro, Eliot Ness tenía un sospechoso que el creía que era, sin dudas el asesino. Que luego de que los asesinatos se detuvieron lo siguió provocando y hostigando.

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