La Licenciada en Psicopedagogía, María Emilia Behm, nos da una mirada sobre los riesgos de diagnosticar radicalmente a los niños sin tener en cuenta sus individualidades y virtudes en desarrollo, lejos de contribuir y beneficiarlos, generan complicaciones, trastornos y hasta marginación de ellos y sus familias.
Actualmente estamos atravesando “La era de la patologización de la niñez” sostenida en la creencia de que las dificultades tanto pedagógicas como conductuales presentan una raíz orgánica, física que deja de lado la particularidad de cada individuo como tal.
Me convoca la siguiente pregunta entonces: ¿Es posible diagnosticar únicamente desde un manual de psiquiatría que desconozca la singularidad de cada niño?
Todos los años llegan al consultorio padres preocupados por “sugerencias diagnósticas” de ciertas escuelas y/o profesionales, términos como ADD (trastorno por déficit de atención), TOD (Trastorno oposicionista desafiante), TEA (Trastorno del espectro autista) que clasifican a los niños de manera objetiva y homogénea. Desde esta perspectiva se dejan de lado tanto las potencialidades y dificultades propias de cada niño, así como también se desconoce el contexto (familia, instituciones a las que concurre, amistades, docentes, etc) en el cuales el niño crece y se desarrolla.
Como licenciada en Psicopedagogía entiendo que muchas veces los diagnósticos nos permiten un punto de partida, una guía que orienta nuestro accionar, pero también considero fundamental entender a un sujeto desde su singularidad, desde su propia manera de procesar la información, destacando sus fortalezas y debilidades. Continuando con esta mirada, entiendo a su vez que un diagnóstico es un recorte de la realidad propio de un momento específico de ese paciente, un aquí y ahora, por lo que jamás pueden determinarlo. Imponer un diagnóstico cerrado, de manera atemporal, con una terminología específica no da lugar a los futuros avances que el niño logré ir desplegando constituyendo una huella imborrable en la vida de un sujeto, la cual se torna difícil de sobrellevar.
Con toda convicción, puedo afirmar entonces que cada niño presenta un sinfín de posibilidades. “Adentrarse en ese mundo es el gran desafío que se nos impone a los terapeutas e interpela tanto a padres como a docentes ya que no hay métodos ni modos de hacer universales que respondan a las demandas y necesidades de cada niño”.
Autora: Lic. Maria Emilia Behm, MN: 199470. Ciudad Autónoma de Buenos Aires, Argentina.
Su formación profesional comenzó con la tecnicatura en psicopedagogía en el terciario del Sagrado Corazón y luego completó sus estudios con la licenciatura en la Universidad Católica Argentina. Gracias a ello pudo nutrirse de distintas miradas: seudocientífica, psicoanalítica, cognitiva, entre otras que le permitieron posicionarse como terapeuta desde una mirada integral, holística, teniendo en cuenta tanto las necesidades como demandas de los pacientes y sus familias.
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