Las desigualdades de género nos acompañan en la cotidianeidad. Esto significa que tienen vigencia en todos los ámbitos de nuestra vida, incluso en lo financiero y económico. Según OCDE, Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico, la brecha salarial de género es “la diferencia entre las retribuciones salariales de los hombres y de las mujeres expresada como un porcentaje del salario masculino”.
Dicha disparidad se genera por tres causas. La primera, es la tendencia de las mujeres elegir unas carreras o trabajos sobre otros tienen que ver con estereotipos que aprendemos desde la infancia. Un estudio de UNESCO reveló que 9 de cada 10 niñas asocian las carreras de ingeniería con habilidades masculinas.
Esto provoca que en las carreras vinculadas a Ciencia, Tecnología, Ingeniería y Matemática predominen los hombres y que indudablemente las mujeres queden relegadas a las carreras peores pagas o de baja jerarquía.
La segunda causa es la desigual carga del trabajo doméstico, un estudio estadístico demostró que las mujeres argentinas dedicamos casi el doble de horas diarias comparado con los varones. Esto provoca que prioricemos más los trabajos que nos dejen continuar con las tareas del hogar.
La tercera causa se encuentra reflejada en números que no mienten y estremecen la realidad. El porcentaje de hombres en puestos de dirección es un 75% superior al de las mujeres. Además, solo 10 de los 193 jefes de gobierno del mundo son mujeres.
Queda demostrado que continúan existiendo prejuicios como que un hombre es un líder nato, o que las mujeres no pueden ser líderes porque son “blandas”, no imponen respeto o deben dedicarse a la educación, enseñanza etc.
Para romper las barreras de la desigualdad de género en lo económico, se recomienda detectar los estereotipos que nos invaden en los cotidiano. Al mismo tiempo, cuestionarlos y dialogar con aquellas personas más cercanas a este tipo de pensamiento.