Poco menos de dos meses restan para las elecciones presidenciales en Estados Unidos y la violencia en las calles no se detiene. Los hechos no se producen entre demócratas y republicanos, cómo podría suponerse, sino por los reclamos en ascendencia de otros actores sociales que piden, nada menos, que se termine la segregación racial que hay en aquel país.

Desde el asesinato de George Floyd en mayo de este año, la escalada de enfrentamientos suma capítulos en las semanas previas a la contienda electoral que se llevará a cabo el próximo 3 de noviembre. Las imágenes de Floyd en el piso, asfixiado por un policía, mientras suplicaba respirar libremente, recorrieron todo el mundo a través de los medios e internet y los reclamos por el fin de la violencia se multiplicaron.

Tras la visibilización de este hecho, retomó fuerzas a nivel internacional el movimiento Black Lives Matter (Las vidas negras importan en español), que promueve terminar con la violencia hacia a la comunidad negra. Para graficar lo que sucede, en el campeonato inglés fútbol se llegó a usar el nombre del movimiento en las camisetas de los equipos por sobre el de los jugadores, en forma de de apoyo a terminar con el racismo.

Otro hecho que demostró la magnitud del malestar fue en agosto pasado, cuando se suspendió una fecha de la NBA por una protesta de los jugadores. El caso por el cual empatizaron fue que la policía había baleado a Jacob Blake, un hombre negro. En 2016 actor Will Smith había comentado que no hay más violencia, sino que ahora se televisa.

Sin embargo, a Donald Trump estos hechos no son algo que lo intimide, ni del que sienta vergüenza. Constantemente redobla la apuesta, elige rivales donde descansa el eje de sus disputas, como el candidato a presidente demócrata, Joe Biden, entre otros.

La caída en las encuestas y la intensión de voto son un hecho que no benefician al actual mandatario, según los números que maneja la Universidad de Quinnipiac, Biden se encuentra arriba 10 puntos (52%). En tanto que los resultados elaborados en una encuesta hecha por la CNN, existe diferencia de 8 puntos por encima el candidato demócrata.

Para sumar seguidores Trump no elige la mesura, utiliza cualquier estrategia para sumar adhesiones. Reconoce que “habló” con Dios: “Yo le dije: ‘¿Acaso no hice un gran trabajo, Dios? Soy el único que podría hacerlo’. Y me respondió: ‘Eso no deberías haberlo dicho, ahora tendrás que hacerlo de vuelta’”. Con mensajes como este intenta captar el interés de movimientos evangélicos, blancos por ciertos, entre otros. Sectores como estos, en 2016 lo habían apoyado para ganarle la elección a Hillary Clinton.

Un estudio de Pew Research Center confirmó que el 80% de los evangélicos votó al republicano.

Trump apunta sobre un sector de la sociedad, los negros y minorías, por eso incentiva a luchar contra la “izquierda radical, los marxistas, los anarquistas, los agitadores, los saqueadores y las personas que en muchos casos no tienen idea de lo que están haciendo”, como declaró en julio, mientras que Biden dijo sobre Trump que “no puede detener la violencia porque durante años la ha fomentado”.

Ante el asesinato del afroestadounidense George Floyd, siguieron actos de similar violencia institucional, mayoritariamente sobre la comunidad negra. El presidente no apuesta a discurso que inviten a la calma, por el contrario, como lo declarado luego de lo sucedido en Portland.

En esa oportunidad cargó contra el gobernador de esa ciudad, el demócrata Ted Wheeler, por no calmar el agite que se venía produciendo en las calles y amenazó con enviar a las fuerzas federales sin que las soliciten. El hecho se dio entre manifestantes que pedían por el cese del racismo y grupos de derecha. Pero la intervención del primer mandatario se dio porque la persona asesinada en los enfrentamientos de Portland, fue Aaron Danielson, miembro del Patriot Prayer, un grupo de derecha que de denomina antigobierno, aunque parte de sus bases apoyan a Trump.

La segregación racial en Estados Unidos no es algo de estos tiempos, hasta mitad de la década del sesenta del siglo 20 había leyes que la promulgaban. Las leyes Jim Crow se aplicaban en las escuelas, el transporte público, restaurantes, incluso bebedores de agua para blancos y para negros. Recién en 1964 con la confección del Acta de los Derechos Civiles se terminó con la legalidad de la discriminación.

Trump en los objetivos apuntados justifica la actualidad de Estados Unidos, mientras que uno de los desafíos es reconstruir una economía. “No veremos una recuperación económica rápida porque los problemas de la economía estadounidense son estructurales”, afirmó James Galbraith, profesor de la Escuela de Asuntos Públicos Lyndon B. Johnson de la Universidad de Texas, Austin. En el país del norte la caída del PBI es casi del 33% según datos del Departamento de Comercio.

Estados Unidos vive tiempos de turbulencia, con un sector que se ampara en la discriminación y odio racial a otras minorías. Mientras que su Presidente no retira el pie del acelerador cuando declara, y aunque demuestre fortaleza, tiene un gran parte del electorado perdido que presiona en las calles por un cambio.

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