Lucila Sandoval, una pionera con millones de historias para contar

“Marimacho”, le decían en Saladas, un pueblito de Corrientes, a Luky cuando se ponía a jugar con sus amigos al fútbol. Pero no fue el único deporte que atravesó, desde inventar una cancha de tenis con tacuaras (plantas con grandes tallos) y usar el omóplato de las vacas como raquetas hasta jugar varios años al básquet. Pero el fútbol le despertó un sentimiento inigualable: la pasión.

 

  • ¿Cómo empezaste a jugar al fútbol?

Llegué a Bs As a los 14 años, después de unos años empecé a conocer gente del fútbol y nunca se me ocurrió que las mujeres jugaban, para mi yo era la única que lo hacía en mi pueblo. Me llevaron a probarme a All Boys. Pensaba que la iba a romper, pero cuando el DT ordenó que vayamos a tocar de primera no sabía que era, para mí era hacer lujos, tirar chilenas, rabonas y yo siempre fui dura con las piernas. Entonces una de las chicas me dijo que tocarla de primera es dar un pase sin parar la pelota. Entonces pensé ‘ya está, soy de terror’. Pero me apasionaba, seguí yendo a entrenar y seguí siendo un tronco. Lo único bueno que tenía era que corría y era rápida. Después de cuatro meses se acercó el preparador físico y me dijo ‘¿sabes que sos mala no?’, le contesté que no iba a aprender nunca, pero resaltó que tenía garra, entrega y que intentaba hacer lo que se me pedía, ‘si vos me permitís te puedo llevar todos los días a entrenar de arquera’, le dije que sí.

La había escuchado a Marcela Lesich, mi idola, la arquera más completa que vi, que estaba cansada de atajar y que quería jugar. Jugaba de 6 de 9 y lo hacía de maravilla.

Entonces le dije al DT que quería ser arquera como en el potrero de mi pueblo. Empecé a entrenar y a los cinco meses debuté en primera contra Mariano Acosta (Marcela quería jugar de 6). Tape un mano a mano y sentí que defender el arco era lo mío, que había nacido para esto.”

Su vida fue rebuscarse todo, su mamá la abandonó cuando nació y la señora que la crió falleció cuando ella tenía seis años. “De lo malo lo mejor” tiene como frase de cabecera, se crió de casa en casa y empezó a hacer trabajos de limpieza para vivir. “Definirme como futbolista es una identidad. Yo no tenía familia y hoy tengo innumerables familias gracias a todos los clubes por los que pasé y toda la gente que conocí”, declaró al medio La Tinta.

 

  • Sacando el fútbol, ¿a qué te dedicabas?

“Hace 15 años soy masoterapeuta deportiva. Antes de eso empecé limpiando casas y en el campo una aprende a hacer de todo. Cuando estaba en All Boys trabajaba de vendedora en una panadería, después entré a una empresa petrolera de recepcionista y a partir de ahí me dedique a la administración. En la crisis de 2001 anduve cartoneando porque me había quedado sin trabajo. Todo me sirvió, me dio herramientas. Gané experiencia y me forjó carácter.”

Su carrera deportiva también es extensa, All Boys, San Lorenzo, Ferro, Independiente, Excursionistas, Atlanta y Boca fueron los clubes que la recibieron y le dieron los mejores recuerdos.

Su paso por el club de La Boca fue en futsal, pero el preparador físico de San Lorenzo, Rubén Fernández, la fue a buscar, “loca, tenemos la posibilidad de ganar la final con River, salir campeonas y ser las primeras en jugar la Libertadores. Te necesitamos”, pero Luky dudó porque hace seis años se había retirado del fútbol once. “No te vas a olvidar de cómo atajar, veni a  entrenar un mes y si no va no va”, y al final se dio.

 

  • Jugaste la Libertadores en 2009 con San Lorenzo, ¿Te imaginaste alguna vez jugar esa Copa? ¿Qué sentiste y qué recuerdos te quedaron de esa experiencia?

“Se  me puso la piel de gallina. Soy hincha de Independiente y mi primer campeonato lo gané en Boca pero San Lorenzo me dio lo más lindo que viví en el fútbol. Mi sueño era cantar el himno fuera del país y lo hice abrazada con mis compañeras, las santitas.

*Se emociona* Lo que viví en San Lorenzo no lo viví en ningún otro club porque tienen algo particular que es la hinchada. Si vos estás jugando a las figuritas y representas a San Lorenzo, va a ir toda la hinchada a alentarte. Había dos barras que nos seguían a todos lados. Y a veces venían hinchas y te preguntaban si necesitabas botines y te los compraban. Y a esos hinchas no les sobraba nada pero sabían que estabas representando al club y te ayudaban. Hasta el día de hoy me agradecen, hinchas y gente del club, haber vestido esa camiseta. Gracias a San Lorenzo por cumplirme el sueño.”

 

  • Seguro tenes millones de anécdotas, ¿cuál es la que más presente tenes y te saca una sonrisa cada vez que la recordas?

“Con mi grupo de amigas del fútbol nos juntamos y siempre nos reímos de cuando me fui a probar a All Boys creyendo que era Maradona. Otra anécdota de la que nos acordamos es cuando Mariela Coronel, santiagueña jugadora del Granada CF de España y de la Selección argentina, vino por primera vez a Buenos Aires. Estaba vestida con un jogging de gimnasia azul viejo, alpargatas, una remera negra gastada y boina. Y después de cinco años viviendo en España vino toda moderna y le decimos que preferimos a la otra Mari que usaba alpargatas y boina.”

 

  • ¿Cuál fue el técnico que más te marcó y por qué?

“Alejando Almeyra de San Lorenzo era un muy buen técnico en cancha de once. En futsal tuve la suerte de que me dirigiera Fernando Larrañaga, que fue el padre de todo lo que hoy es el futsal argentino porque fue un gran formador. A mí me ayudó muchísimo con los pies, durante tres meses nos tuvo todos los días practicando pases y recepción. Con él aprendí a manejar las dos piernas, no como una habilidosa pero me dio herramientas. Cuando volví a jugar en once me sentí más completa. Después mi maestro e ídolo en Independiente fue Pepe Santoro, el entrenador de arqueros de la primera, que me invitó a entrenar con ellos durante muchos años y me ayudó a ser arquera en técnico y en lo táctico. Me cuesta quedarme con uno.”

 

  • ¿Y la compañera?

“Al principio vivía en una pensión sola y me juntaba mucho con Alba Blanco, una de las capitanas de All Boys. Ella tenía un puestito en Constitución, en la esquina de Salta y Brasil, y como yo no tenía nada que hacer después de trabajar iba a acompañarla. Era escuchar a una persona grande, que tenía calle y amaba al fútbol, entonces me sentaba y ella me contaba anécdotas y me aconsejaba. Era uruguaya de origen y jugó en la selección argentina.

Otra gran compañera de crisis económica y con la que salíamos a juntar latas o cartón en las calles y jugábamos en Independiente era Tati Uruezabal. Una gran 5, con mucho corazón.

Ellas se me vienen a la mente pero la verdad es que no me puedo quedar con una, tuve muchísimas. No tuve enemigas en el fútbol.”

 

  • ¿Cómo fue tu mejor atajada o la que más recordas?

En una época en Independiente por partido ganado nos daban 15 pesos y si ganábamos un clásico nos pagaban el doble. Eran River, Boca, Banfield y El Porvenir los clásicos, los equipos fuertes.

Íbamos ganando 1 a 0 contra El Porve en un partido cerrado y peleadísimo hasta el final. En una de las últimas pelotas tiran un centro, la 9 la bajó de pecho, giró y le pegó al ángulo. No sé cómo justo la miré cuando giró, fui corriendo y la saqué. Fue un vuelo espectacular pero el plus era que nos pagaban el doble y tenía muchas compañeras que no trabajaban y lo necesitaban.

Después, medio vergonzoso contarlo porque ganamos 5 a 0, en la final para jugar la Libertadores contra River ellas tuvieron un tiro libre al borde del área, tenía toda la barrera encima y no veía nada, y la que lo pateó le pegó abajo al lado del palo y no sé cómo hice que volé, estiré la mano y la saqué. Fue una linda atajada porque es muy difícil para el arquero ver a dónde va el tiro porque te tapa la barrera, las defensoras y las que atacan.

Además de atajar pelotas también ataja memorias, historias y sueños. Cuando firmó su primer fichaje a los 18 años vio un cuadro de la Selección argentina de fútbol femenino que jugó el Mundial del 71 en México. Ella pensaba que su generación era la primera que jugaba al fútbol, pero resulta que cuando ella estaba aprendiendo a caminar ya había una selección disputando una Copa del Mundo. Eso la impactó y la obsesionó. Tenía que conocer a esas mujeres. Así creó Pioneras del Fútbol Femenino, que agrupa a todas las mujeres que jugaron durante esas épocas.

 

  • Además de todo el laburo que estás haciendo con las Pioneras, ¿tenés otros objetivos?

Estoy muy metida en eso. Mi obsesión es la historia. Estamos escribiendo un libro que sale a mitad del año que viene y también empezamos con los documentales. El fútbol se sigue jugando sin saber la historia y me gustaría que más chicas la conozcan y la abracen. Hoy tenemos a varias Pioneras como Betty García, Teresa Suárez, Virginia Andrada, Angélica Cardozo y no sé hasta cuando las vamos a tener. Quiero que las conozcan, las mimen y les agradezcan porque ellas nos abrieron el camino.

Mi sueño es que cuando yo ya no esté en la Biblioteca Nacional haya un libro que cuente la historia del fútbol femenino. Tampoco me gustaría irme sin ver a las jugadoras como profesionales.  Después no sé, soy una mujer del fútbol, jugué 27 años, y eso voy a ser siempre. Esa felicidad que viví adentro de una cancha la vivo ahora con Pioneras.

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