La serie fue a contramano de lo esperado. Los fans pedían un final cruel para Cersei, pero los guionistas decidieron humanizarla en sus minutos finales.
Ni Jon con Ygritte, ni Jon con Daenerys, ni Sansa con sus muchos maridos, la gran historia de amor en Game of Thrones fue la de Cersei ( Lena Headey ) y Jamie ( Nikolaj Coster Waldau ). Sí, anoche, la saga romántica de los hermanos Lannister llegó a su fin cuando, en su ley, murieron aplastados al derrumbarse la mazmorra de la Fortaleza roja. Lejos de vueltas de tuerca arbitrarias, la lógica de estos personajes se mantuvo hasta el final, o mejor dicho, hasta su final, y ambos perdieron la vida entregados a esa pasión que dirigió sus vida a lo largo de ocho extensas temporadas.
El romance de Jamie y Cersei en más de una oportunidad dominó el destino de los personajes que los rodearon. En el comienzo de la historia, el afán de ocultar ese lazo incestuoso lo llevó a él a dejar al borde de la muerte a Bran Stark (Isaac Hempstead Wright ) y esa decisión no solo los colocó como los grandes villanos de la saga, sino que también marcó la futura rivalidad entre las Casas Lannister y Stark. A partir de allí, los hermanos conspiraron para permanecer en el trono, matando a enemigos y, de ser necesario, aliados también.
Pronto el destino los separó y Jamie comenzó un camino personal de reivindicación. El Matareyes perdió su mano y debió someterse al cuidado de una poderosa guerrera llamada Brienne de Tarth (Gwendoline Christie). Pero ese viaje cambió su percepción de Poniente y lo llevó hacia un lugar en el que debía ser protegido, una situación en la que jamás había estado. Mientras tanto, Cersei desde Desembarco del rey, desplazaba las fichas del tablero para, indirectamente y a través de sus hijos, seguir al frente en la toma de decisiones.
El tiempo finalmente volvió a reunir a la pareja. Cuando ya se lo creía muerto, Jamie sorprendió a Cersei al regresar sano y salvo. La pareja se reencuentra y quizá por primera vez en la serie, la reina demuestra con una mirada de (inesperada) ternura que el amor por su hermano es su punto débil y ese sentimiento la humanizó. Debajo de una cáscara manipuladora, ella se define ante todo por ese vínculo de afecto hacia él y a los hijos que los unen. Y la sinceridad en esa pasión le permitió a los espectadores empatizar con una mujer empeñada en asesinar a los héroes de la saga.
Por este motivo es que la muerte de Cersei y Jamie cierra la historia de amor más poderosa de Game of Thrones. Luego de ser humillada en público, Cersei, de pelo corto y enfundada en un traje negro, había abandonado sus últimos restos de cariño por el género humano. Atrincherada en su imponente castillo y decidida a permanecer en el trono a como diera lugar, pactó peligrosas uniones que frente al arrollador ataque de Khaleesi (Emilia Clarke) y su dragón, no sirvieron para nada.
Días antes, y cuando se enteró que la madre de los dragones iba por su cabeza, Jamie no dudó en intentar salvar a Cersei, arriesgando su vida y las alianzas que había establecido en la batalla de Winterfell. Pero como en las grandes historias de amor, Cersei y Jamie murieron juntos, enfrentando un destino inevitable pero con el consuelo de saberse leales hasta el final. En los instantes previos -y esta fue una de las decisiones más arriesgadas del episodio-, Cersei fue presa de su angustia y frente a la derrota lloró por todas las tragedias que la arrinconaron desde el comienzo de la serie. No se trató de hacer de la reina una víctima, porque nunca lo fue, pero sí de mostrar en sus últimos minutos un rasgo que ella siempre procuró ocultar: la desesperación.
Cersei no lloró por los civiles, mucho menos por sus soldados, ella se quebró por una misión que le tomó la vida y en la que fracasó, por sus hijos que murieron en nombre de ese objetivo y por un bebé que nunca va a poder nacer y verla reinar (“quiero que nuestro hijo viva” fueron algunas de sus últimas palabras). En tanto, Jamie, que había ido a morir junto a ella, la contiene y se aferra a ese romance por el que había tomado decisiones que no se perdonaba, entendiendo que morir por ese vínculo era su única fposible.
Mientras la fortaleza se derrumbaba, Cersei lloró desbordada de bronca y desesperación ante una derrota fulminante y en esos instantes trágicos previos a su muerte, se ató con fuerza al amor de su hermano. Porque, hasta último momento, esa pasión fue el único rasgo que definió su humanidad.