El acoso laboral, también conocido como mobbing, puede generar graves consecuencias en sus empleados. Es muy probable que, en más de una oportunidad, muchos de nosotros nos hayamos sentido atrapados en un ambiente tóxico hasta el punto de volvernos personas completamente estresadas y desmotivadas. Es muy posible también que esa violencia haya ido adoptando diferentes formas con el correr de los meses, o de los años. Cristina Minolli y Gabriela Pérez Franco, psicólogas con una amplia experiencia en situaciones de acoso laboral, comparten sus perspectivas sobre una problemática que va en aumento.

El Ministerio de Producción y Trabajo de la Nación pone en evidencia tres maneras en las que puede llegar a manifestarse en el ámbito laboral: la agresión física, el acoso sexual y la violencia psicológica, siendo esta última la figura más habitual. La Oficina de Asesoramiento sobre Violencia Laboral la define de la siguiente manera: “situación en la que una persona, o grupo de personas, ejercen un maltrato modal o verbal, alterno o continuado, recurrente y sostenido en el tiempo sobre un trabajador o trabajadora buscando desestabilizarlo, aislarlo, destruir su reputación, deteriorar su autoestima y disminuir su capacidad laboral para poder degradarlo y eliminarlo progresivamente del lugar que ocupa”.

“En el caso del mobbing descendente, es decir, de un jefe hacia uno o varios de sus subordinados, lo que se da es un abuso de poder. Es el caso más frecuente en contextos laborales como los actuales donde los trabajadores en relación de dependencia tienen pocas posibilidades de abandonar su fuente de trabajo actual y buscar otro empleo por la gran recesión que hay”, comenta Cristina Minolli, licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (MN: 54.575) y doctora en Dirección de Empresas por la Universidad del CEMA.

“Cuando el hostigamiento psicológico se desarrolla entre compañeros de trabajo se lo conoce como mobbing horizontal. Generalmente, cuando hay un grupo consolidado que ya cuenta con ciertos patrones de conducta y hábitos determinados, al llegar un individuo que no se adapta a estas reglas comienza a ser percibido por los demás como un ‘cuerpo extraño’ y por lo tanto van a tratar de erradicarlo. Estas diferencias pueden darse por diversos motivos como religión, ideas políticas, raza, identidad de género, apariencia física, actitud hacia diversas situaciones o temas e inclusive por la edad”, sostiene Minolli.

El perfil profesional del acosado es algo a tener en cuenta ya que, en muchas oportunidades, los agresores buscan patrones determinados en sus víctimas para poder degradarlas y humillarlas. “Muy frecuentemente se trata de personas muy capaces, muy valoradas, creativas, populares, inteligentes, carismáticas y eficientes en su trabajo, características que en algún momento puede resultar una molestia, un estorbo, o una evidente amenaza para el acosador, quien actúa motivado por la envidia y los celos profesionales”, asegura Gabriela Pérez Franco, licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires (MN: 32.675) y Perito Forense de la Justicia Nacional. Además, agrega que las víctimas son personas que se animan a denunciar situaciones indignas, hacen preguntas incómodas a sus superiores y defienden a sus compañeros de trabajo.

“Las consecuencias de una situación de acoso muy prolongada en el tiempo son problemas graves como ataques de ansiedad, depresiones, fobias sociales, asociados al Síndrome de Burnout, donde el individuo desarrolla sentimientos de agotamiento, fracaso e impotencia, baja autoestima, poca realización personal, un estado permanente de  nerviosismo y dificultad para concentrarse ligado a una carga de trabajo excesiva”, comenta Pérez Franco y agrega que “a nivel psíquico las personas sometidas éste maltrato pueden o no desencadenar un estado de crisis psicótica, eso dependerá de los recursos psicológicos de afrontamiento a una situación determinada”.

Ante estos hechos lo que debemos hacer como empleados es no dejar pasar estas situaciones y denunciar el acoso laboral. “Para poder denunciar el mobbing, el primer paso es reconocer que éste existe. Es la parte más difícil por la víctima está tan sumida en su abatimiento que no se da cuenta de que lo están acosando”, comenta Minolli y agrega que las víctimas deben tratar de recolectar la mayor cantidad de pruebas posibles. “Los dispositivos móviles sirven para grabar conversaciones, los e-mails deben ser guardados, la víctima debe tratar de llevar al acosador a que lo maltrate delante de otras personas que en el futuro puedan servir de testigos. No es fácil pero es posible reunir estos elementos siempre que haya conciencia del acoso y voluntad de terminar con la situación”, sostiene.

“Se debe hacer una denuncia formal ante quien corresponda en la empresa, desde el departamento de RRHH o ante el superior del acosador, sea éste quien fuere. Pero, ¿qué pasa si el acosador es el CEO?, pues entonces habrá que denunciar ante el Directorio. Se debe denunciar ya que la organización es responsable de darle al empleado un ambiente psico-físico sano”, asegura Cristina Minolli. “Ante las situaciones de acoso conocidas por el empleador que no las protagoniza, su deber es obrar con rapidez para hacerlas cesar, adoptar las medidas para comprobar su realización y de acuerdo con las circunstancias, sancionar o incluso despedir con justa causa al autor de esa falta”, explica Gabriela Pérez Franco.

Hace poco fuimos testigos de la muerte de un anciano por parte de dos custodios de un supermercado Coto en San Telmo. Un hombre mayor que se había robado cuatro productos fue golpeado hasta la muerte por personal del establecimiento a modo de castigo. La extrema preocupación por la falta de productos ligada a la violenta reacción por parte de los trabajadores nos estaría hablando de una estructura jerárquica que avala la violencia y que se estaría basando en la imposición del miedo para tener el pleno control de sus empleados.

“Hay organizaciones que se manejan de manera perversa y que están dispuestas a todo para conseguir los resultados que desean y donde la política general es que el fin justifica los medios. Estas organizaciones se desarrollan en sistemas económico-competitivos donde el factor humano no es considerado como una ventaja competitiva para el negocio y por lo tanto puede ser tratado, destratado y aún maltratado porque se cree que puede ser rápidamente reemplazado por otro ser humano tal y como se hace con el repuesto de una máquina que se rompe”, manifiesta Cristina Minolli.

¿Cuatro productos de un supermercado valen más que la vida de una persona? ¿Qué pasa con las organizaciones en donde la presión psicológica y el maltrato están a primera orden del día? Tal vez debamos replantearnos como sociedad la forma en la que nos relacionamos con nuestros subordinados y colegas. En el caso de que contemos con el privilegio de poder elegir, quizás debamos seleccionar cuidadosamente en qué empresas queremos trabajar y con qué cultura organizacional nos sentimos más identificados, dejando de lado empresas que fomentan el hostigamiento psicológico en todas sus formas.

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