Elisa llegó de la Facultad y sorprendió a Andrea, su hermana, de bruces en su cama y leyendo un papelito. Al oírla llegar, Andrea lo guardó en el bolsillo de su jean con aire de disimulo.
—Hola. ¿Qué tenías ahí?
—Hola. Nada, una boludez.
Soltando la mochila sobre su cama, Elisa insistió:
—¿Qué es? Dale, contame.
—No es nada, ya te dije. ¿Van a venir vos y Oscar al río el finde?
Elisa se sentó en la cama, frente a su hermana.
—Todavía no le pregunté. Pero hoy lo veo, así que después te confirmo. ¿Qué tenés ahí guardado, qué decía el papel?
—Nada, Elisa, dejate de joder…
—Vamos, yo te conozco hace un tiempo, me parece. Vos estás preocupada.
Andrea lo pensó.
—Es un secreto —admitió al fin.
—Bueno, contame.
—¡Es un secreto, boluda! ¿No sabés lo que es un secreto?
Elisa se molestó.
—¿Y vos qué te pensás, que yo lo voy a ir contando por ahí?
—No…
—Entonces decime qué es. ¿O ya no me tenés confianza?
Eso molestó a Andrea.
—Si tanta confianza me exigís, ¿por qué no lo pensás al revés? Confiá en mí si te digo que no es nada. Una boludez, nomás.
Elisa suspiró.
—Se supone que entre hermanas nos tenemos que tener confianza, ¿no? ¿Acaso te cagué a vos alguna vez? Hablo en serio.
—No.
Pero Andrea dudó, contestó una décima de segundo más tarde de lo normal, y su hermana se dio cuenta del detalle.
—Así que la señora ya no me tiene confianza para contarme su secreto. Mirá qué bien.
—No es eso —protestó Andrea, en forma algo exagerada.
—¿Y qué mierda es, si no?
Andrea abrió la boca grande de sorpresa.
—¿Qué te pasa, flaca? Si no quiero decírtelo no te lo digo, ¿qué te creés?
—¡Qué te creés vos, paspada! ¿Desde cuando un secreto pelotudo es más importante que la confianza que nos tenemos? —Se levantó y caminó para salir del cuarto, dando un portazo—. ¡Andá a hacerte ver, marmota de mierda!
Lavándose la cara en el baño, roja de bronca, Elisa meditaba aceleradamente sobre cuál podría ser el famoso secreto de su hermana. Y por eso no la escuchó llegar, no se enteró de su presencia hasta que se secó y la vio por el espejo, detrás de ella.
—¿Qué mierda querés ahora? —le lanzó.
Por toda respuesta, Andrea, el rostro cerrado, sostuvo en sus manos un papelito abierto. Elisa trató de leerlo, pero luego se dio cuenta de que era un reflejo y se giró. El papelito decía:
“No confíes en tu hermana”
Carlos Morales (Argentina, 59 años) es diseñador mecánico en el área de Ciencias de la Atmósfera, escritor de ciencia ficción y colaborador en tiempos en revistas como Alfa Eridiani, NGC 3660, NM o Axxón; revisor de estilo, traductor de inglés (entre otras, ha traducido Trono de Mundo Anillo, de Larry Niven, y El hombre de bronce, de James Alan Gardner), músico de rock, numismático errorista, coleccionista de modelos a escala de vehículos y orgulloso abuelo de tres bulliciosos nietos. Cultiva el conocimiento histórico, el ensayo sociopolítico, los clásicos de la literatura y, en los fondos de su residencia en un barrio del conurbano bonaerense, un fresno de cuatro años que es la niña de sus ojos.
Recientemente ha publicado su libro El huésped y otros cuentos por la editorial Osa Polar.