Nuestros sentimientos y emociones tienen una estrecha relación con la salud financiera. Si tomamos decisiones solo basándonos en ellas, las consecuencias serán negativas. Podemos poner en riesgo nuestros ahorros e incluso caer en deudas.
Desde la felicidad, el miedo, la angustia, la incertidumbre, hasta la tristeza, pueden afectar negativamente a nuestros ahorros. Por lo tanto, te presentamos algunas frases y escenarios usuales que solemos decirnos a nosotros mismos para comprar productos.
Un ejemplo de una frase muy usual es: “Voy a comprar hoy por si sube mañana”. De esta manera, aplicamos la psicología de la inflación, lo que provoca que compremos más y por encima de nuestras necesidades y presupuestos. Además, achicamos nuestra capacidad de ahorro.
Es importante que nuestro consumo sea responsable y realista, acorde a nuestros ingresos y nunca por encima de ellos.
“Lo compro porque me hace feliz” es otra frase muy usual. Para evitarla, podemos poner en práctica la regla de las 48 horas. La misma, consiste en reflexionar que tanto queremos comprar ese objeto. Es decir, si en 48 horas seguimos pensando en él, significa que debemos comprarlo, y si esto no es así, estaríamos frente a una compra innecesaria.
Siempre, en todas las situaciones, lo recomendable es cuestionarnos: “¿Esto realmente lo necesito? ¿Me va a hacer feliz?”. Posterior a esa reflexión se recomienda tomar una decisión consciente acerca de lo que consumimos.
Finalmente, la tercera frase muy recurrente es: “Todos compran, me voy a quedar sin”. Este dicho hace referencia a las compras compulsivas, un patrón desadaptativo de consumo en el que algunas personas. Esta frase estuvo muy presente durante la pandemia, cuando miles de personas compraban todo el stock disponible en alcohol en gel y papel higiénico.
Entonces, ¿Cómo puedo saber si mis emociones me están haciendo perder dinero? Si te ves reflejado en algún patrón como los siguientes:
“Los productos que compro no los necesitamos realmente o los compro en una cantidad excesiva”.
“Pierdo registro de lo que compro. No me acuerdo en qué se me fue el dinero”.
“Mis compras exceden mis posibilidades económicas, me generan deudas y no me permiten controlar mis gastos”.
“Mis patrones de consumo están teniendo consecuencias negativas con mi familia o con mi pareja”.