El Desayuno
– Esa acción puede ser peligrosa para las gaviotas cuando bajan a comer.
– ¡Eh! ¿Qué dices?
– Es que estaba mirándote, no es muy habitual ver a una mujer tan bonita sola tirándole piedras al mar.
– Ah, pero qué cosas dices.
Por primera vez, la agotada tarde el sol se torna con vergüenza para sonrojar las mejillas de Elizabeth.
– Discúlpame, agradezco las palabras que tienes para conmigo, pero no te conozco.
– Pierde cuidado que soy inofensivo. Vendo bijouterie que elaboro con mis propias manos. No es la primera vez que paso por aquí caminando, lo digo con fundamento.
– Bueno, gracias.
– Déjame obsequiarte algo.
¡Uy!, Dios mío este rubio atrevido se está acercando casi tan rápido como mis nervios.
Con mucha soltura y firmeza se acerca con miradas profundas y un pausado pestañear. Le abrocha en la nuca un collar de pequeños caracoles. No pierde la oportunidad de acariciar delicadamente su cuello. Elizabeth había bajado la guardia con la primera sonrisa.
– Bueno, ¡basta, basta! Es suficiente por hoy.
– ¿Suficiente por hoy? ¿Quieres decir que tienes pensado volver a verme?
Tantos nervios en Elizabeth funcionaron como presentimientos en su hermana que se presentó al rescate para salvar la situación.
– Eli, Eli. ¡Vamos que ya es tarde!
Y la agobiada jornada termina con un zamarreo entre hermanas.
La noche no pasa ni silenciosa ni estrellada. Para Elizabeth todo fue nebulosas de un día repleto de anomalías. Sentimientos encontrados, pensamientos de un pasado saltarín que rebotaban como las piedras que tiraba al mar no la dejaron dormir.
Llegó la hora del desayuno para las tres hermanas. Entre humeantes fragancias y reconocidos sabores se presenta, tal vez, la única cita donde asisten con unanimidad.
– Elizabeth, ¿por qué no bailaste ayer y desperdiciaste el día de sol?, estabas tirándole piedras al agua como si tuviera la culpa. ¿No ves que ha pasado un año? Seguro te ha olvidado y por más que abolles las olas él no va a volver.
– Tú no tienes por qué meterte, Cecilia, déjame vivir la playa a mi estilo.
– ¡Ajajaja!, ahora a la amargura la llaman estilo.
Y el cotidiano bullicio del desayuno se corta con un portazo aún más escandaloso.
Elizabeth gana metros por la vereda camino al gran sosiego azul que la espera con su calma matutina.
¿Porque siempre me terminan fastidiando y no me dejan nunca desayunar en paz? Saben perfectamente que odio los ruidos de las tazas, platos y todo lo que se mueva. Odio que me hablen, inclusive hasta la música a la mañana. Pero a ellas nunca les alcanza.
Algún día lograré imponer mi desayuno ideal.
Otra vez frente al mar logra conectarse con la tranquilidad mojándose los pies.
– ¡Pero qué hermoso día me espera hoy si comienza así!
– ¡Ay! Me asustaste, disculpa, estaba distraída y no te vi venir.
– Sí, ya veo, pero también veo otras cosas.
– ¿Cómo otras cosas?
– Veo que no te ha gustado mucho mi collar ya que no lo traes puesto.
– No, no, nada de eso. Me encantó y está guardado en mi alhajero. Lo que sucede es que los collares me dan mucha comezón, pero no te preocupes que lo cuidaré.
– Así que los collares te dan comezón, qué mal de mi parte no reparar en esos detalles.
– No te culpes tú por mis pormenores.
– ¿Qué te parece si me acompañas a mi casa donde tengo un gran mostrador con todos los trabajos que hago? Ahí puedes elegir algo de tu agrado.
– Es que apenas te conozco, no sé.
Aprovechando la duda, se acerca nuevamente con mucha soltura y firmeza. Como herramienta suelta la primera sonrisa y con una cuasi caricia le saca las sandalias de la mano y comienzan a caminar.
Llega la hora del desayuno para las hermanas, la cita entre humeantes fragancias y reconocidos sabores se presenta esta vez sin unanimidad.
No es un cotidiano bullicio, no hay ruido a tazas y platos, ni de nada de lo que se mueve, inclusive la música se encuentra afónica hoy.
Cecilia ya no quiere fastidiar y se encuentra aturdiendo con su silencio aferrada al diario y a su incredulidad. Carolina sin entenderla le saca el diario y lee un titular.
“ASESINO SUELTO EN LA CIUDAD. ENCUENTRAN CUERPO MUTILADO EN PLAYAS DEL SUR”
Martín Fernández escritor, productor, cronista y conductor de radio, creador de ciclos informativos y de entretenimiento para radio y tv desde 2014. Como cronista cubrió diferentes eventos entre los que se destacan en 2018 el G20 Argentina para El Parlamento Internacional de Los Estados para Seguridad y Paz asociado a Naciones Unidas y en 2019 la Conferencia de Naciones Unidas en Cooperación Sur-Sur.
Pasó por varias emisoras y medios de Capital Federal y Gran Buenos Aires: FM 93.30MHz Radio Ele, Diario Popular, Editorial Perfil, Radio Zonica, EQ Radio, Radio WU, FM 106.5MHz, Ser TV, Radio Trend Topic, FM Zonica 105.9MHz, FM 94.9 Radio de las Naciones – Naciones Unidas.
Escribió criticas de teatro en diferentes portales y sobre política internacional en revistas del ámbito parlamentario como: Imagen Diplomática. Es autor de la novela “Soledad en días turbulentos” y fue seleccionado por Editorial Dunken para integrar compendios de poesía de 2013 a 2015.
Actualmente es el director del diario digital Terminal de Noticias y Terminal de Noticias Radio.