Esa madrugada me levanté a abrirle la puerta y sentí que algo estaba mal… No sé cómo explicarlo, solo lo supe. Tal vez fueran los pequeños detalles: la cama vacía, el vaso de agua sobre la mesa de luz… Nada que no pudiera haber estado allí en otra oportunidad, y, sin embargo, me parecieron inusuales.
Fui a la cocina a tomar un poco de agua y encontré esa nota… esa maldita e inentendible nota: ‘cerrá la llave primero’. ¿Cerrar la llave? ¿Qué llave? Revisé nuevamente las puertas, pensando que tal vez creía que se había olvidado la puerta abierta, o algo así, pero estaban todas cerradas…
En el proceso, encontré las llaves de adelante sobre el sillón, y recordé que las del fondo también estaban en su lugar. Fue entonces cuando la sospecha se convirtió en certeza: ¿cómo salir dejando todas las puertas cerradas sin llevarse llaves?
Algo me llevó a mirar dentro el tacho de basura y vi otras notas, igual de inentendibles: ‘no enciendas la luz, cerrá la llave primero’ y otra más o menos parecida pero deteriorada por la proximidad a la yerba húmeda.
¿De qué estaba hablando?
Miré las puertas, recorrí el lugar una vez más, y vi que la del cuarto pequeño estaba cerrada… Lo que primero pensé de que se había ido dejó de tener sentido. Abrí la puerta, con suavidad, y miré dentro. De repente el olor que hasta entonces había estado encapsulado me asaltó. Te vi, y pareció que el mundo se detenía.
Sabía que si tardaba ya no iba a haber posibilidades…
Tomé tus brazos, y te saqué de allí, te arrastré fuera del cuarto, abrí las ventanas y me fijé si tenías pulso.
Llamé a la ambulancia, y parecieron tardar tanto, tanto…
No entendí por qué lo hiciste, por qué intentarlo. Cómo fue que se te ocurrió…
Solo sé que hasta ahora, a pesar del tiempo transcurrido, me pasa que, cada vez que voy a abrir la puerta, me preguntó si vivirás o no… Cicatrices que quedan, lo sé…”
Carla Lincevich es una bibliófila. Desde chica ama los libros y la literatura. En sus propias palabras: “los libros se fueron convirtiendo en un puente a la reflexión y la fantasía. Marcaron toda mi vida. Han sido los generadores de afinidades con otras personas y, curiosamente (o no tanto), a través de esas afinidades literarias, encontré el amor. Los libros han sido el remanso donde descansar mi alocada cabeza y el vaso de agua para mi mente con sed. En cierta forma, como sucede con el hilo de Jane que se une al de Ender en Los hijos de la mente, el hilo de las tramas de los libros terminó uniéndose a los hilos de mi esencia”.
A los 16 obtuvo el tercer puesto en el concurso “Ricardo Rojas” por su improvisación “Memorias”; en el 2011, el primer puesto por su improvisación “Aquellas que no se ven” en el concurso organizado por la revista digital y taller literario Forjadores.net; y en el 2016, fue invitada a publicar uno de sus cuentos (“Mamá”) en el libro Yo, Lector, de la Lic. Prof. Silvia Mateo.
Ha sido ayudante de cátedra en los talleres de Expresión Oral y Escrita I y II de los profesorados de Biología e Historia del Instituto Superior del Profesorado “Joaquín V. González” y fue la impulsora de la creación de la sección de Narrativa Libre, que actualmente coordina, en el diario digital Terminal de Noticias, del cual es editora general.