Nido de cucarachas
Rosalía era petacona, pero robusta; tenía cabellos de color castaño – rubio claro. Ya era mayor, era pensionada, y vivía sola en una callejuela suburbana del sur del Gran Buenos Aires.
Su casa era una pocilga sucia y maloliente, semidestruida.
Hacía tiempo que sentía un profundo dolor de cabeza, y no sabía a qué atribuirlo. Un día cayó inconsciente en la vía pública; la llevaron al hospital y le hicieron una tomografía, porque se había golpeado la cabeza, sangraba, antes de desvanecer, convulsionaba.
Ella habitaba entre cucarachas, no las podía erradicar, estaban en sus pisos, en su mesada, en su alacena, en su refrigerador. Más de una vez, hasta en su comida -la gente le huía-, sus lavabos, en todas partes.
Solía dolerle el vientre seguido. En el hospital la estudiaron a fondo y pudieron ver viva en su cerebelo una cucaracha que había entrado por su oído, y había hecho nido. Su vientre estaba lleno de cucarachas vivas y muertas.
El suplicio comenzó con productos que traía del almacén, donde pedía fiado. Ese lugar estaba atestado de los inmundos insectos, que pronto se apoderaron de su casa. Ni los productos venenosos, ni las fumigaciones servían. Las cucarachas habían hecho nido en las paredes descascaradas y en los tirantes de su techo de chapa.
Los viejos pisos de parquet les daban el cobijo adecuado, y las inmundicias que quedaban tiradas por el piso y en la cocina, sin lavar, eran el alimento.
Los médicos no sabían qué hacer, ella era un nido de cucarachas. Mediante ecografías y endoscopias, pudieron aseverarlo, ya que la estudiaron a fondo porque vomitaba negro. La intervinieron quirúrgicamente, y salió una eclosión de insectos, que la habían tomado por completo. De sus entrañas nauseabundas salían miles de cucarachas mezcladas con sus jugos gástricos, con sus heces, era terrorífico, su cuerpo estaba corroído.
Ella siempre estaba con náuseas, dolor de cabeza, hinchazón, ardor, y no podía vivir su vida. Se tomaba aquellos bichos en el mate, en el café, en los preparados culinarios, pero lo que la mató fue una que le había perforado el tímpano y había penetrado en su cerebro.
Tiempo antes había estado con desvaríos, creía haber visto cucarachas por la calle, se había tumbado al caminar, se había desvanecido y hasta alucinado. Le había dolido el oído, pero pensaba que era otitis, y había postergado la visita al médico… Sus vómitos eran frecuentes. Vomitaba negro, pero pensaba que era una úlcera.
Cuando los médicos vieron la magnitud del cuadro, no lo podían creer, y el caso tomó estado público, salió en todas las noticias.
Al fin ella fue famosa, en su juventud había querido ser artista.
Minerva Alcira Miljiker es el seudónimo de una periodista rioplatense con residencia en el sur del Gran Buenos Aires; con el mismo firma su arte pictórico, ilustraciones, poemas y cuentos.
Es además docente en escuelas secundarias en el área de Ciencias de la Comunicación.
Ha realizado varias exposiciones en distintos lugares, entre ellos El Galpón de Banfield, La Colorada de Adrogué, El Centro Cultural Padre Mugica y la Feria del Libro de Ciencias Sociales de la UBA; asimismo, participó en la muestra pictórica de ARTACA con dos óleos de caracter social (“Camino Muerto”, sobre una villa de BS AS, y “Niño”, sobre un niño de un comedor comunitario) y en la de Morphicos con la dupla de poema y cuadro sobre el loco picapelitos de Burzaco. Además, fue ilustradora de ANCCOM (Agencia de noticias de Ciencias de la Comunicación de la Universidad de Buenos Aires).
También ha publicado sus cuentos en distintos medios, tales como Comunicación Feminista (UBA), donde publicó ¡Por unos centavos!, el cuento que le da nombre a su libro conceptualmente artístico, en Libros en Red, del cual forma parte el presente relato.