¿Y si no temiéramos? – Por Paola Machado Peralta

Y si no temiéramos

De lejos, escucho una voz en el televisor decir: “le tememos al dolor”. Esa observación me sacude algo interno y las palabras quedan dando vueltas en mi cabeza.

Anochece. Ante el temor de quedarme dormida y sumergirme otra vez en las incómodas deformaciones de mi inconsciente, pienso: “sí, los humanos le tenemos terror al dolor”. No tememos perder, no tememos el fracaso, los vacíos, las ausencias, los cambios. Le tenemos miedo al dolor que generan esas cosas. Entonces vamos como caballitos con anteojeras tratando de evitarlo.

Cuando fallamos y dolemos en vez de hacer una pausa, cuidarnos y sanar, tomamos analgésicos, tapamos nuestras heridas con vendas; cerramos fuerte los ojos y pedimos que el tiempo se esfume para amanecer perfectos, sin marcas.

Es al tiempo a quien más tememos también. A veces, me parece irrisorio el pavor que una creación tan difusa nos produce. ¿Acaso a un cardenal le importa cuán rápido pasan los meses del año o lo lento que curan sus heridas?

Otra frase dice: “el miedo no es sonso”. Por supuesto que no, el miedo no tiene nada de sonso. Nosotros, sí. Nos paralizamos ante el miedo. Le ponemos peluquita y le pintamos la cara para hacerlo más ameno. Lo disfrazamos. No lo enfrentamos y le prohibimos que nos haga pensar, porque, además, tememos pensar.

Huimos, sin embargo, encontramos al miedo en casi todas las cosas que nos acercan a nuestra humanidad o a nuestros llamados más profundos. Tememos quedarnos quietos, pero vivimos en parálisis. Queremos correr riesgos, sentirnos vivos, pero nos espanta la idea de perder el equilibrio. Amamos la adrenalina de jugar en vías de tren desiertas, porque el desafío a la muerte es un capricho humano básico, creo, pero ¿qué pasa si justo pasa un tren?

¿Y si en vez de temer que nos dañe jugamos hasta que llegue y nos subimos?

Me acerco al televisor. La persona que habla me mira fijo, frunce el ceño y pregunta: ¿Cuántos dolores tienen tus miedos? ¿Cuántos disfraces y pelucas?

por Pao Machado Peralta

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *