Muchos celebraron la promesa de más de 100 países de frenar y revertir la deforestación para 2030, pero otros recordaron el incumplimiento de un compromiso similar de 2014 y estimaron poco probable reparar los daños de décadas de inacción.
Según la ONU, se estima que 420 millones de hectáreas de bosque se han perdido debido a la conversión a otros usos de la tierra desde 1990.
Brasil como ejemplo de este incumplimiento, hogar de la mayor selva tropical del mundo, la tasa de deforestación el año pasado alcanzó su nivel más alto en una década.
Ana Yang, investigadora de Chatham House, el Instituto Real de Asuntos Internacionales con sede en Londres, dijo que el acuerdo entre los países en la COP26 de Glasgow, Escocia; para frenar la deforestación es un “paso realmente importante”, pero advirtió que muchas personas dependen de los bosques para vivir y deberán encontrar apoyo.
Para Yang, coautora del informe “Repensar la Amazonia brasileña“, que el Gobierno brasileño del presidente Jair Bolsonaro -un escéptico del cambio climático-, firme el acuerdo es realmente importante porque posee una gran parte de los bosques tropicales.
“Pero el dinero debe canalizarse a personas que puedan hacer que esto funcione en el terreno”, señaló.
También recordó que muchas personas que viven en la selva amazónica, incluso en sus áreas urbanas; dependen del bosque para su sustento y necesitarán apoyo para encontrar nuevos ingresos.
“Este acuerdo involucra a más países, más jugadores y más dinero. Pero el diablo está en los detalles, que todavía tenemos que ver”, respondió.
“Para una solución a largo plazo, la comunidad internacional. Debe ayudar a garantizar que se satisfagan las necesidades y aspiraciones socioeconómicas de las personas que viven en los bosques y sus alrededores”, insistió.
Tuntiak Katan, del grupo Coordinación de Comunidades Indígenas de la Cuenca Amazónica; dijo que los gobiernos deben trabajar con los grupos indígenas si quieren acabar con la deforestación.
Pero consideró que los gobiernos fracasarían si continuaban utilizando los mismos métodos y canales.
Las comunidades indígenas son aproximadamente el 5% de la población mundial, pero protegen alrededor del 80% de su biodiversidad.
“Sin nosotros, ningún dinero o política va a detener el cambio climático”, afirmó.
La organización ecologista Greenpeace, por su parte, dijo que el objetivo de detener la pérdida de bosques recién en 2030 es demasiado lejano en el tiempo; y dijo que el acuerdo suena más bien a una luz verde para otra década de deforestación.
“Los pueblos indígenas exigen que el 80% de la selva amazónica esté protegida para el 2025 y tienen razón; es lo que hay que hacer”, insistió Carolina Pasquali, directora de Greenpeace en Brasil.
“Hay una muy buena razón por la que Bolsonaro se sintió cómodo al firmar este nuevo acuerdo. Permite otra década de destrucción forestal y no es vinculante”, dijo.
“Mientras tanto, el Amazonas ya está al borde y no puede sobrevivir años más deforestación. El clima y el mundo natural no pueden permitirse este acuerdo”, agregó.
Dijo que el nuevo acuerdo reemplaza la “Declaración de Nueva York sobre Bosques de 2014, que Brasil no suscribió.
El acuerdo se incumplió, u la tasa de pérdida de bosques naturales aumentó drásticamente en los últimos años, denunció.
A su vez, Anna Jones, directora de bosques de Greenpeace en Reino Unido, agregó en un comunicado; que “hasta que pongamos fin a la expansión de la agricultura industrial, empecemos a avanzar hacia dietas basadas en plantas y reduzcamos la cantidad de carne industrial y lácteos que consumimos; los derechos de los pueblos indígenas seguirán amenazados y la naturaleza seguirá siendo destruida, en lugar de dar la oportunidad de restaurar y recuperarse “.