“Quizás lo estoy contando todo con demasiados detalles. Pero no se puede hacer de otra manera: sólo a través de los detalles podemos comprender lo esencial”.
Y así, en esos detalles que el autor húngaro, Sandor Marai, experimentó “en los libros y en la vida”, uno puede adentrarse en una historia profunda, que enfatiza cada pieza de sus diálogos y pensamientos y se sumerge en el relato de una amistad como elemento principal para navegar detenidamente en la esencia de las relaciones humanas.
Marai eligió la historia de un reencuentro entre dos amigos después de cuarenta y un años. Durante ese tiempo el personaje principal, el general Henrick, no pudo librarse de los fantasmas que la “huida” de su mejor amigo Konrad había dejado.

Henrick rumia sobre los porqués de la partida de su amigo. Se pasa es resto de su vida uniendo cabos sueltos, que incluso lo llevan a deducciones entre la relación de su propia esposa y Konrad. Es a través de esta pena, que uno comienza a transitar una historia que parte de precisas descripciones de los campos austriacos; detalles minuciosos de la hermosa Viena, hasta penetrar en reflexiones sobre la soledad, la amistad, la esencia de las intenciones humanas y sus dolores.
Es un libro plagado de conclusiones y pensamientos filosóficos para tomar nota. Leer la prosa de Marai es como bailar un vals vienés. Está colmada de un ritmo armonioso y dulce. Pero embriagado en la purga de Henrick contra su amigo Konrad, Marai comete un error: hacia el final de la obra el ritmo se vuelve reiterativo y se pierde en extensos monólogos, que sin embargo valen la pena.
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