Los músicos, antes de dar un concierto, le dedican mucho tiempo y esfuerzo a preparar sus canciones o piezas musicales. Ese trabajo previo no suele ser conocido por la mayor parte de la sociedad. Por este motivo, desde Terminal de Noticias nos comunicamos con algunos grandes artistas, tanto de nivel nacional como internacional, para hablar sobre ello. Entre los entrevistados se encuentran los pianistas Misael Fonseca, Horacio Risolo, Laura Albertengo y Fernanda Morello, así como la violinista Perla Meloni, el barítono Juan Sebastían Ábalo y el cantante de música popular Diego Jiménez.
La música es lo más hermoso que tenemos en nuestro universo: nos transporta, nos eleva, nos “toca”, nos conmueve, en casi cualquier forma que se nos pueda ocurrir, llevándonos desde la risa al llanto, de la euforia a la tristeza. Nos hace re-pensar la realidad o rememorar viejos amores. Al escucharla, podemos sentirnos como si nosotros mismos fuésemos tan vivaces una sonata de Beethoven, calmos como un nocturno de Chopin o armónicos como un preludio de Bach. Antes de nacer ya escuchamos la música del cuerpo de quien nos gesta, y al morir la música de nuestros propios cuerpos es la última sinfonía que escuchamos.
Podemos encontrar música para todos los gustos, situaciones e intenciones: para escuchar, para ambientar diferentes tipos de eventos; para bailar, llorar, reír y/o reflexionar.
Sin embargo, aún cuando en la naturaleza podemos encontrar música, en nuestra sociedad quienes hacen que llegue a su máxima expresión -creándola, embelleciéndola y la llevándola a cabo- son los músicos, es decir, personas que “pulen” y “sacan brillo” a los sonidos, como si fueran verdaderos artesanos que van dando forma a sus vajillas.
Ellos crean o interpretan piezas musicales. Para esto, las ensayan días, meses e inclusive años, según la complejidad que tengan las obras. Si embargo, ese trabajo por lo general queda invisibilizado.
Como parte del trabajo previo a una presentación, los músicos realizan distintos tipos de tareas.
La pianista Laura Albertengo comenta que cada vez que trabaja una obra primero analiza el estilo y el carácter del compositor. Luego, durante los ensayos, realiza una serie de estudios pianísticos que le permiten “calentar” (preparse) antes de comenzar a estudiar o a tocar alguna obra.
Asimismo, ella afirma que resulta muy variable el tiempo que necesita dedicarle a una misma obra ya que depende de la extensión y la dificultad de la partitura a ejecutar, pudiendo llegar a tardar hasta un año en perfeccionarla. Para esto, le dedica entre seis y ocho horas diarias a ensayar. Es por esto que a la elección del repertorio la realiza con varios meses o hasta un año de anticipación, dependiendo al público a quien esté destinado.
Con respecto a la organización de un concierto, ella selecciona una fecha de presentación, alquila el lugar y paga a SADAIC (Sociedad Argentina de Autores y Compositores de Música) lo que corresponda según el repertorio seleccionado. Luego, se comunica con la prensa y difunde además el evento a través de las redes sociales. Además, contrata al servicio técnico en afinación de pianos para que deje el instrumento en las mejores condiciones posibles.
“Lo más lindo de tocar el piano es que cuando uno se conecta y está en el momento de ejecutar las obras que sean, inclusive cuando estás improvisando; es conectarse con lo más interno que uno tiene que son las emociones”, afirma Laura Albertengo.
El pianista Horacio Risolo trabaja con la metodología “Pomodoro”. Esta consiste en dedicar períodos de tiempo a estudiar, intercalados por períodos breves de descanso. En consecuencia, suele ensayar por veinte a veinticinco minutos de corrido y sin interrupciones, que luego va alternando con sesiones más cortas de diez o quince minutos.
Durante el año estudia unas ocho o nueve obras, y como preparación practica escalas y arpegios. Asimismo, la preparación de las obras también incluye el estudiar atentamente la manera en que se deben articular los movimientos de las manos en el piano para poder abordar ciertas obras que requieren de mucha complejidad.
En relación a los conciertos, Risolo comenta que los organiza “con mucho tiempo de anticipación; en general los pongo para la primavera, porque en invierno casi no hay conciertos y la gente mucho no va, y generalmente los empiezo a preparar a comienzo del año. Primero preparo el repertorio que quiero hacer, hago un equilibrio entre el tiempo, la música y el resto, es decir la pausa entre medio de las dos partes del concierto, generalmente comienzo con música académica y otra parte argentina u otro estilo, eso es bueno porque captás más audiencia”.
“Lo más lisdo de tocar el piano es que puedo disfrutar de la música, de hacer lo que me gusta, y siempre aprender, nunca quedarse con lo que uno ya sabe, porque incluso enseñando, como es mi otra parte de mi veta musical, aprendés de vos mismo, como por ejemplo cuando transmito a mis alumnos los movimientos o ciertas cuestiones técnicas “, comentó Risolo.
La pianista Fernanda Morello comenta que cada vez que estudia una obra lo primero que hace es un análisis morfológico y también gramatical de la escritura musical. Asimismo, tiene en cuenta la mecánica que la obra propone, escucha versiones grabadas para analizar la forma en que la han interpretado otros pianistas, lee la biografía del compositor que está a su alcance y busca relaciones entre la obra a ejecutar y aquellas que ya tocó o conoció para encontrar puntos en común. Si se tratase de un estreno, conversa y trabaja codo a codo con el compositor para lograr con la mayor fidelidad posible expresar las intenciones de éste.
Con ocurre con el resto de los pianistas, Fernanda Morello no sólo se dedica a practicar las obras elegidas sino que realiza una rutina cotidiana con ejercicios de posición fija que complementa con algunos estudios de Chopin. También usa el Hanon (libro tradicional de técnica para adquirir velocidad y ritmo) al que transporta a las doce tonalidades. Estos ejercicios le sirven para “entrar en calor”, algo absolutamente indispensable como momento de inicio y jornada de estudio. Al decir de ella, es como una “puesta en marcha” tanto física como mental. Además la cantidad de obras que estudia por año es muy variable y depende mucho de su agenda.
Morello tiene un repertorio grande, el cual pretende seguir ampliando. Sin embargo, según comenta se le presentan dificultades de todo tipo que van desde desafíos estrictamente musicales hasta problemas relacionados con la logística de estudiar obras nuevas en contextos en los cuales está trabajando las obras propias de la temporada, o con llevar a cabo obras que puedan llegar a tener problemas por derechos de autor o por la propia organización de logística de la orquesta. Además organiza los conciertos con el mayor tiempo de anticipación posible, aunque a veces no sucede de esa forma y trata de asignarle a cada proyecto un espacio en sus días y semanas que tiene disponible.
“Lo más lindo de ser pianista, es tener el privilegio de estar un poco en la parte de adentro de una obra de arte ya que pasan por nuestras manos obras maestras de inmensos compositores que cambiaron la historia del arte para siempre, eso es nuestro gran privilegio y responsabilidad, cuando uno logra este objetivo es sumamente gratificante”, afirma Morello.
El pianista Misael Fonseca comenta que lo primero que hace antes de abordar una obra hace una lectura general de la partitura para determinar las complejidades que tiene. En el caso de que se trate de una pieza musical que nunca escuchó, entonces, presta mayor atención a la información que la partitura disponga en cuanto a tempo, carácter y demás parámetros.
Luego, agrega las digitaciones que presume que van a ser necesarias y revisa distintos tipos de toques. Fonseca comenta que “siempre es mejor tener todo esto definido antes de empezar a estudiar, porque una vez que se fijó en la memoria motriz, es más difícil de cambiar. Una vez resuelto lo anterior, ya pasaría por una cuestión de dedicarle horas de práctica y pulir detalles. También siempre es bueno tener un oído externo o grabarse, esto ayuda a corregir diversas cuestiones”.
Como parte de los ensayos, Fonseca realiza ejercicios pianísticos para distintas finalidades: mejorar las dinámicas, la calidad del toque, resolver ciertos pasajes; también los utiliza para desarrollar independencia, no sola motora, sino también cognitiva de las voces del piano, debido a la gran polifonía que tiene este instrumento.
El criterio que tiene a la hora de seleccionar las obras pasa por el hecho de que le agrade su contenido, desarrollo y le genere cierto desafío estudiarla y resolverla. Si bien su repertorio es variado, le gustan mucho los compositores del periodo romántico y post-romántico, tales como Chopin, Liszt, Rachmaninov, Debussy y Sibelius, entre otros.
Con respecto a las dificultades que se le presenta son más que nada de carácter motriz, de memorización cuando son obras extensas. Por eso elije piezas musicales que le exijan ir subiendo un peldaño, que estén un poco fuera de su alcance y así de esa manera puede mejorar su nivel.
Con respecto al tiempo que emplea en la práctica del piano, Fonseca explica que: “las horas de practica va depender de muchos factores. En épocas de estudio, cuando cursaba la carrera de piano, hubo días que había llegado a 8h, pero a veces cantidad no es calidad. Cuando no tienes las herramientas adecuadas, por más que estudies mucho, podrías estar patinando en lo mismo y hasta profundizando en maneras prejudiciales de ejecución. Cuando estudio una obra nueva con 3 o 4 horas me resulta más que suficiente. Obviamente alguien que es concertista estudiara más porque el nivel de exigencia es muy elevado. Todo depende lo que uno quiera alcanzar”, señaló el pianista.
“Lo más lindo de tocar el piano, es el poder expresarse de manera pura a través del sonido. Es un pequeño viaje o película intangible, permite elevar las emociones del espíritu hacia lugares inexplorados. Conectarse con algo más grande y sublime, es otro mundo dentro del mismo y por eso uno busca volver a esos estadíos, ya que me resulta difícil encontrar algo tan elevado en la vida rutinaria y corriente de los tiempos actuales”, opinó Misael Fonseca.
Así como para el piano hace falta dedicación y preparación, ocurre lo mismo para la ejecución de otros instrumentos, laes como el violón. En este sentido Perla Meloni comenta que antes de abordar una nueva pieza musical lo primero que revisa es la digitación y los pasajes escritos; estudia la colocación de los dedos y lo escribe sobre la partitura. Una vez que tiene practicado eso, reitera los compases que va saliendo y luego completa las frases musicales.
Los ejercicios que usa son de calentamiento de dedos, esto consiste en lo mecánico de la mano izquierda (esta técnica facilita mucho cuando uno no posee mucho tiempo para estudiar escalas). Luego practica escalas distintas que consisten en ejercicio mecánicos y técnicos para la mano izquierda. Toda esta práctica le sirve para adquirir todo lo necesario para tocar o estudiar y además la ayuda a familiarizarse en la tonalidad la composición.
Unas de las dificultades que se le presenta a Meloni es la afinación y las posiciones de las cuerdas, además debe tener presente la técnica, la memoria muscular, la afinación y la conexión de lo que interpreta junto al oído, para ello a veces le lleva mucho tiempo el corregir las notas exactas. Estudia dos horas por día, si puede un poco más. Practica según hasta donde lo vea necesario, o hasta donde su posición y postura corporal se lo permitan sin sobre exigirse.
Con respecto a la selección de las piezas musicales, en su caso depende de la selección que le asignan en el conservatorio, que a veces puede consistir en una obra larga, cuatro piezas cortas y un concierto para violín. A su vez, cuando la llaman para tocar en la orquesta sinfónica suma las piezas que le necesite para esta, a las que agrega aquellas que le gusta interpretar en su casa.
Para Perla Meloni organizar una presentación requiere de ensayar con mucho tiempo de anticipación, varias veces a la semana, aunque depende de la complejidad de las obras, de si va a tocar sola o acompañada de algún músico durante el concierto; si se trata de una grabación, o de un concierto que pueda llevar semanas, días o meses de mucho ensayo.
“Ser músico, es poder transmitirle algo a otros, ya sea lo que estás tocando o enseñando lo que sabés hacer, lo más lindo es ver la reacción de la gente, hacerlos felices con la música, ya sea escuchando o aprendiendo, la cara de felicidad reflejada en los más chicos es hermosa. Y poder hacer y tocar lo que a uno le gusta es irremplazable”, afirma Perla Meloni.
Los cantantes también trabajan un montón con su instrumento principal que es la voz, a la que deben ejercitar y cuidar. En esta línea, el barítono y actor Juan Sebastián Abalo comenta que lo más importante para un cantante es el uso correcto de la respiración y de la técnica vocal. Él realiza media hora diaria de ejercicios de respiración costo-diafragmática, y media hora de vocalización.
Sin embargo, Abalo comenta que puede ser difícil encontrar el tiempo para practicar ya que el canto no es su único trabajo: da clases de canto, de música, de italiano, de teatro y es maso terapeuta.
Para él, caminar es muy importante, así como una dieta alta en frutas y verduras, ya que sostiene que es imprescindible cuidar el cuerpo como herramienta de trabajo, tanto desde el canto como desde el teatro.
Estudia las canciones líricas con partituras donde las va leyendo, cantando y tocando en el piano hasta aprenderse las notas y la letra de memoria (la mayoría, en italiano). Para la música popular, comenta, es un poco más sencillo ya que -si bien puede ir tocando en el piano partes del tema que cuestan más- generalmente con una pista instrumental bien hecha lo resuelve.
Al margen de esto, cuando organiza o participa en algún evento en vivo no sólo prepara su voz sino que dedica horas a ensayar con los músicos para ensamblar con ellos. A su vez, suele realizar charlas con las parejas casaderas o las quinceañeras de los eventos en los que es invitado a participar para la elección de los temas; en este sentido, dedica tiempo para que los escuchen a fin de brindarles lo que más les guste para que sus eventos sean inolvidables.
Según comenta Abalo, como actor también debe ejercitar mucho su cuerpo y su mente ya que hay textos que requieren por un lado ser memorizados pero, por el otro, no perder la naturalidad al actuar; de lo contrario, se puede caer en una sobreactuación, lo cual no funciona en el teatro, excepto que se trate de una obra del género del grotesco criollo.
La concentración, el trabajo en equipo y la predisposición son papeles fundamentales. Los actores y los músicos ensayan muchas horas juntos. El trabajo no es sólo el momento de la presentación, o las 4 o 5 funciones en un fin de semana en el teatro sino que es diario.
Como estatua viviente, Juan Abalo ha trabajado en la peatonal de Necochea hasta 5 horas diarias durante un período de dos o tres meses. Según comenta, antes de empezar se requiere un trabajo de vestimenta y de maquillaje de al menos 15 minutos; y, si bien la quietud calma la mente, también siempre hay gente que busca que se mueva, mosquitos que quieren picarlo, niños que inocentemente se acercan y le pegan, etc. Eso hace que ser una estatua viviente resuelte un trabajo más complejo de lo que pueda parecer. Salir a caminar, por lo tanto, es parte del trabajo así como realizar al menos 15 minutos de ejercicios de relajación y estiramientos antes y después de estatuar. Estirar es fundamental en este arte para evitar problemas de circulación, debido a tantas horas de quietud.
Volviendo al canto, para Abalo es importante tener un buen descanso (lo cual a veces no se puede con tantas horas de estudio y de trabajo) y evitar el consumo excesivo de tabaco, alcohol y café, tres elementos que provocan deshidratación en las cuerdas vocales. Por el contrario, resulta imprescindible consumir abundante agua.
El cantante de música popular Diego Jiménez, por su parte, comenta que prepara su voz con un calentamiento de 40 o 50 minutos. Para esto realiza ejercicios de respiración y varias vocalizaciones, además trabajar con los métodos Speech Level Singing. Pero más que nada le interesa abordar el trabajo de la voz de pecho, cabeza y mixta.
Con respecto al cuidado de la voz, el cantante toma infusiones con miel y jengibre, trata de evitar bebidas frías y alcohólicas, no fuma y no canta sin vocalizar previamente. Además, cuida su garganta del clima frío.
Jiménez le dedica al estudio del canto entre dos a tres horas diarias. Sus prácticas comprenden desde el calentamiento hasta el trabajo de repertorio. Si se trata de una canción nueva, puede que extienda más el ensayo, si lo amerita.
La elección de las obras depende de la letra, de su mensaje y cómo llega; a esto se suma el que lo atraiga su composición músical y estilo.
Entre algunas complejidades que se le presentan, se cuentan la complejidad vocal que pueden tener algunas canciones (que pueden llevarle más tiempo resolver y por lo que utiliza ejercicios previos) y algunos desafíos en la interpretación, ya que intenta hacer que la versión sea “propia” aún cuando la canción sea conocida. Desde el punto de vista artístico, con la pandemia comenta que se le ha hecho dificultoso “volver a tener contacto real con un público”, ya que por el momento todas las presentaciones son en modo virtual y la sensación de tener al público “enfrente” o a través de una pantalla es diferente.
“Lo más hermoso de ser cantante, creo que primeramente es la conexión con uno mismo que se genera en ese espacio – tiempo y la sensación que se produce al sacar la voz, cargado de emociones, sentimientos en ese decir; y también el poder transmitirlas hacía un público. Además de la posibilidad de conocer gente que ama lo mismo y poder compartir, aprender y crecer en este hermoso arte”, expresa el cantante.