En la ficción Ferroviarios está luchando por el campeonato y en principio todo es euforia. Sin embargo, la barra brava que lidera a sangre y fuego el ahora millonario Lomito (Carlos Belloso) no solo maneja diversos negocios (incluido el pase de algún jugador) sino que además le genera al club muy mala prensa por los constantes hechos de violencia dentro y fuera del estadio. Ese es el punto de partida de Puerta 7, proyecto creado y coescrito por Martín Zimmerman, un argentino radicado en los Estados Unidos con antecedentes en otras series de Netflix como Ozark y Narcos.
Dirigida con buen pulso y un sólido manejo de la tensión a puro plano-secuencia por el experimentado Israel Adrián Caetano (el realizador de Un oso rojo construye varias escenas como si se tratara de un western urbano), Puerta 7 termina sobreponiéndose a ciertos esquematismos y lugares comunes en su estructura dramática gracias a la verosimilitud con que describe el accionar de los barras: las relaciones directas con los dirigentes (en este caso con Santiago, el tesorero que interpreta Juan Gil Navarro), sus apretadas al cuerpo técnico y hasta sus conexiones con el narcotráfico y el lavado de dinero.
Rodada en locaciones reales (la principal es la cancha de Huracán), la serie nos sumerge con lujo de detalle en la dinámica, las luchas internas por el poder y los coloridos rituales de esos hinchas que ingresan por la Puerta 7 del título como si fueran los reyes del estadio.
Una de las principales apuestas de la serie (y del presidente del club que encarna Antonio Grimau) pasa por ubicar a Diana ( Dolores Fonzi) como nueva jefa de seguridad del club y será entonces una mujer (con la ayuda de un policía que interpreta Daniel Aráoz) la encargada de luchar contra los vicios y miserias de ese universo tan masculino y violento. El otro eje narrativo es una clásico relato de iniciación en el que Fabián (Esteban Lamothe), un experimentado barra, le va enseñando a Mario (Ignacion Quesada), un inocente adolescente distanciado de su padre (Daniel Valenzuela), los códigos y especificidades de ese submundo.
Más allá de algunos desniveles actorales y de ciertos conflictos quizás demasiado subrayados, Puerta 7 construye un mundo con reglas propias que por momentos fascina y conmueve por su sordidez, visceralidad y degradación, aunque -viendo las imágenes de lo que ocurre dentro y fuera de las canchas argentinas cada fin de semana- no es exagerado decir que muchas veces la realidad termina superando a la ficción.